La mesa de Antoine
Imaginen un futbolista que tenga finura, precisión, clase, pase, remate de cabeza, disparo con ambas piernas y una inteligencia táctica descomunal. Eso es una estrella mundial. Ahora imaginen que esa estrella además tiene alma de gregario, que siempre se sacrifica por el equipo, que antepone el colectivo a su ego y que, lejos de medir esfuerzos, los multiplica. Ese es Antoine Griezmann. No se sienta en la mesa de Messi. Ni en la de Cristiano. Ni en la de Mbappé. Se sienta en la suya. En la mesa de uno de los tipos más completos, sacrificados e inteligentes que ha dado el fútbol mundial en la última década.
Horneado en la Real, moldeado en el Atleti y reinventado en Francia. Forjado en la fábrica de Zubieta, estrella mundial con Simeone y caviar puro con Deschamps, Antoine es una especie en extinción. Un futbolista de una pieza. Un tipo comprometido, solidario y capaz de meter a todo un equipo en su mochila. No es el mejor jugador del mundo, pero sí el mejor jugador posible para cualquier entrenador. Sin las piernas de antes pero con la inteligencia de siempre, Antoine se ha reprogramado, alcanzando una de sus mejores versiones: un todocampista con el superpoder y don de la ubicuidad.
Su Mundial es un himno al fútbol total. Al solista más colectivo. Al genio que sabe ser el socio de todos. Hace de todo y está en todas. Griezmann de segunda punta, Griezmann de cerebro, Griezmann de lateral, Griezmann de central, Griezmann de interior, Griezmann de volante y Griezmann de todo aquello que su equipo necesite. Está en todas partes, juega de todo y siempre bien. En la pelota parada, es un comandante. En la contra, un general. En defensa, un teniente. En la intendencia, un sargento. Y en cada partido, cumple con todas sus obligaciones y con las del resto, como un soldado raso. En la última década, nunca una estrella fue así de solidaria. Nunca un talento se sacrificó tanto por su equipo. Y nunca un crack supo ser siempre lo que le pide su entrenador. No ganará el Balón de Oro, ni acaparará portadas, ni será el favorito del público. Ni falta que hace. No lo necesita. Se sienta a comer en su propia mesa. Antoine es todo un equipo dentro de un solo jugador.
Rubén Uría