Ángel de Champions, piel de potrero
Si el fútbol es el mejor relato de la vida, el Atleti es el 'best-seller' del fútbol español. A cada trama le sucede un sobresalto, a cada situación sorprendente le sigue un giro inesperado y a cada protagonista le sobreviene un golpe de teatro. De hecho, si el Atleti fuera un guión de cine, sería el rey del suspense. En ese terreno siempre aparece siempre, puntual a su cita con el destino, Ángel Correa. Agradecido al club, valorado por el vestuario, forjado por Simeone y querido por la afición, el argentino es el desatascador oficial de esas noches rojiblancas que apestan a agonía y terminan con final feliz. Su 'puntín' entró de lleno en la antología de momentos históricos del club, sus goles decisivos forman parte de la estadística colchonera y su tanto ante el Betis fue el penúltimo capítulo de la nueva temporada de un Atleti renacido que vuelve por sus fueros.
Correíta, que protesta poco y juega mucho, que nunca es titular pero siempre suma desde el banco, que tiene menos prensa que otros y más resolución que muchos, volvió a aparecer cuando el equipo más lo necesitaba. El chico, que tiene barrio y tiene 'ángel', peleó una pelota, anticipó el rebote del defensa, porfió con otro y salió ganador, quebró a un tercero, rompió la cadera de un cuarto con un amague de puro potrero y la mandó a guardar salvando al portero. Pudo con Pezzella, con Aitor Ruibal, con Luiz Felipe y con Miranda, con toda la defensa del Betis, para luego batir el récord del mundo de sangre fría y batir a Rui Silva con un disparo raso. Suerte y clase. Rebote y magia. Fe y categoría. Diego Armando Correa y Ángel de Champions. Por enésima vez, 'corazón' argentino. Otra vez, el chico del barrio. Otra vez, Angelito, el niño de San Nicolás. Piel de potrero.
La grada del Metropolitano, que lo cantó como en las grandes noches del Calderón, festejó el gol de Angelito como una clasificación de Champions. Quizá lo era. Y entre el personal, quedó una sensación de felicidad extrema, de satisfacción plena. Porque había marcado el Atleti. Pero sobre todo, porque había anotado Correa, ese chaval que se merece todas las cosas buenas que le pasan. Angelito, que salió de la pobreza gracias al fútbol, que creció en un barrio "privado" (privado de luz y de agua) y perdió siendo un crío a seres queridos, siempre se ha enfrentado con la dificultad y siempre ha salido gambeteando. Angelito, que superó un problema de corazón y vio cómo su madre, Marcela, sacaba adelante una familia de nueve hermanos, siempre tuvo que driblar la adversidad y siempre salió ganador. Angelito, que se quedó fuera de la lista del Mundial y acabó entrando por la lesión de un compañero para acabar siendo campeón del mundo, siempre encontró una manera de regatear al destino. A Correa, puro potrero, puro barrio, pura picardía, la vida le ha tirado decenas de desafíos y dificultades. Y él, siempre ha salido ileso, de pie, triunfante. Se merece todas las cosas buenas que le pasen. Y el cariño incondicional de una afición que sabe que, si el fútbol es el mejor relato de la vida, el Atleti es un 'best-seller' del fútbol.