Los equipos pequeños y su partida de dados
El victimismo es de equipo pequeño, dicen. Los portavoces oficiosos del impulsor de la Superliga han vomitado su encíclica. Si se queja el Madrid, es un equipo grande que merece un aplauso. Si se queja otro, es un equipo pequeño que merece repulsa. Ya se sabe, si no tienes equipo y quieres ser feliz, tienes que hacerte del Madrid. Y si tienes equipo, también. Hay que ser feliz. ‘Saruman’ y su tropa, que viven del ruido, pontifican que el victimismo es de equipo pequeño. Publicar listas de errores arbitrales, poner a caldo a un árbitro en la web del club, convocar pañoladas contra los árbitros, jactarse del dedo que señala el camino, denunciar villaratos y llorar por la esquinas cuando un árbitro se equivoca, es de equipo grande. Se quejan, pero con elegancia. Así funciona.
La realidad es que los equipos que pierden y se sienten perjudicados, desde que el fútbol es fútbol, dejan entreabierta la puerta para refugiarse en el victimismo. A nadie le gusta y en nada ayuda. A llorar, a la llorería. A jugar mejor, marcar más goles y cometer menos errores. Todos estamos de acuerdo en eso. El asunto está en el doble rasero que se aplica. No al discurso, sino al color de la camiseta. Si el Madrid patalea, es un equipo grande. Si los que se quejan son otros, son equipos pequeños. Así funciona la propaganda que algunos tienen la indecencia de llamar periodismo. Si un equipo, se llame como se llame, se queja, aquelarre. Y si el que se queja va de blanco, altavoz a tope y escándalo.
Si el United se queja, es un equipo pequeño. Ferguson sólo sabe hablar de Franco y tienen envidia desde lo de Cristiano. Si el Bayern se queja, es un equipo pequeño. En Baviera fabrican la envidia y es el precio que hay que pagar por tener más Champions que nadie. Si la Juve se queja, es un equipo pequeño. Son un equipo que ha hecho trampas, les han pillado y aunque sean compañeros de cama en la Superliga, no tienen el gen competitivo del Madrid. Si el Chelsea se queja, es un equipo pequeño. Sólo tienen millones y no hay mayor pobre que el que solo tiene dinero. Si el City se queja, es un equipo pequeño. Son un club-estado, Guardiola es un fracasado y el Madrid va con su grandeza. Si el PSG se queja, es un equipo pequeño. El jeque no puede comprar la Champions, su club es una jaula de oro y Mbappé está cedido en París. Si el Liverpool se queja, es un equipo pequeño. Klopp es una mentira, Salah finge y Anfield es el jardín del Madrid. Son equipos pequeños.
El orden no altera el producto en España. Si el Valencia se queja, es un equipo pequeño. Tiene envidia insana desde lo de Mijatovic y tiene la peor afición de España. Si el Sevilla se queja, es un equipo pequeño. Son el filial del Barça, viven acomplejados y Monchi debería sacarles del campo. Si el Barça se queja, es un equipo pequeño. Villarato, platinato, negreirato y que si la abuela fuma, pero si hay Superliga, entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero. Y si el Atleti se queja, es un equipo pequeño. No hay Gil Manzano que valga, Simeone llorón, y Milán y Lisboa, ‘indios decíme qué se siente’. El victimismo es de equipo pequeño, dicen. La verdad es que el victimismo es una partida de dados eterna cuando se juega contra el Madrid. Si un equipo se siente perjudicado, tira el dado. Si saca de uno a cinco, es un equipo pequeño. Y si saca seis, vuelve a tirar.
Dice al maestro Enric González que el periodismo deportivo consiste en masturbar al lector. De ahí que los apóstoles mediáticos de Florentino, expertos en el metafórico arte del onanismo presidencial, tiren del protocolo habitual. Si el Madrid llora, comprensión. Si el que llora es otro, palo. Ojalá un día los macarras de la moral sean capaces de batir su récord mundial de indecencia y tengan la valentía para gritar, a los cuatro vientos, lo que se mueren por decir: “Llorar es de equipo pequeño y robar, de equipo grande”.
Rubén Uría